Ansiedad: La notas, pero… ¿sabes cómo funciona?

27.06.2024

La ansiedad es una respuesta psicológica y fisiológica que se da como resultado ante una situación de peligro que puede ser real o imaginada. A la resultante de un peligro real se le llama ansiedad racional y a la consecuencia de un peligro imaginado le denominamos ansiedad irracional. Es este segundo tipo el que más trabajamos en consulta reduciendo la sintomatología que, lejos de ayudarnos, condiciona nuestro día a día.

¿Cómo funciona la ansiedad?

Ante una situación que percibimos peligrosa (un niño se lanza corriendo a la carretera y no llegamos a tiempo de cogerle, nos sentimos mareados y nos vamos a desmayar o a vomitar, creemos que padecemos una enfermedad grave, sentimos que una araña nos va a hacer daño…) el SNS (Sistema Nervioso Simpático) se dispara de forma intensa y rápida para darnos la energía suficiente para luchar o huir. Ante esta situación tan intensa, podemos tener sensaciones desagradables (taquicardia, sudoración, falta de aire, mareos, pitidos en los oídos, dolor de barriga, temblores...) sobre todo si no hay un peligro real del que tengamos que huir o con el que tengamos que luchar. Sentimos toda esa respuesta psicológica y fisiológica en el coche, en el trabajo o en clase o incluso en el sofá de casa, por lo que nos abrumamos y podemos llegar a tener miedo de que volvamos a sentirnos de esa manera en el futuro. A esto se le llama ansiedad anticipatoria.

Pero, tras dispararse el SNS, se pone en marcha el SNPS (Sistema Nervioso Parasimpático) que para al simpático (aunque pueda parecernos cero simpático en ese momento). El "problema" es que este sistema es mucho más lento. La aparición es más paulatina y, por tanto, durante un periodo de tiempo, experimentamos las sensaciones que nos produce el SNS y nos toca esperar un tiempo concreto para que empecemos a notar el efecto de la aparición del SNPS.

¿Por qué es importante esta explicación sobre la ansiedad? Porque nos indica que es algo fisiológico y que, aunque pueda ser desagradablemente intenso, no es algo que nos vaya a matar. Además, saber que el SNPS va a acabar con esa respuesta intensa, nos ayuda a saber que ese estado es transitorio y que, una vez ha comenzado, tendrá su final. A veces las sensaciones intensas nos hacen pensar que vamos a vivir así para siempre, lo que supone un aumento de la ansiedad por nuestra parte de forma psicológica.

Analogía de la alarma estropeada

La ansiedad funciona como una alarma ante el peligro. Es como una alarma de una casa cuando alguien entra a robar o una alarma de incendios cuando recibe humo. La alarma puede ponerse en marcha en un momento concreto: un día de mucho calor en el que te mareas y caes al suelo sin nadie conocido cerca, un momento complicado en la conducción en el que has estado a punto de tener un accidente, una mala experiencia con un animal… Ante estas situaciones, como ya se ha comentado anteriormente, nuestra alarma se pone en marcha y así nos prepara para luchar o huir. El problema es que esa alarma puede quedarse estropeada tras una situación de sensación de peligro concreta (sea la que sea, racional o irracional).

A veces la alarma se pone en marcha por situaciones, emociones o estímulos (olfativos, auditivos, visuales, táctiles o del gusto) que le recuerdan a la situación de peligro inicial. Pero la ansiedad tiene una cosa que suele generar cierto grado de impotencia: A veces la alarma suena, simplemente, porque está estropeada.

A partir de entonces, hay cerebros que funcionan con su alarma rota y, de la misma manera que una alarma rota antirrobo puede ponerse en marcha porque se mueve una cortina por el viento o ha entrado una mosca por la ventana, nuestra alarma puede activarse sin motivo alguno. Esto hará que podamos sentir la sintomatología cognitiva y corporal de ansiedad en momentos en los que no le encontramos ningún sentido: leyendo en el sofá, estando en la playa con las amistades, a mitad de noche sin ninguna pesadilla…

Es entonces cuando nos toca aceptar que nuestra alarma del peligro está estropeada y que ya se ha puesto en marcha, por lo que, en lugar de ponernos a pensar por qué está encendida, es aconsejable que nuestros esfuerzos vayan dirigidos a pararla lo antes posible, tal y como haríamos con una alarma antirrobo o de incendios. Ya pensaremos después si hay un patrón en el origen o no, cuando estemos en tranquilidad y el ruido ensordecedor haya finalizado.

De esta manera, apagando la alarma lo antes posible y entendiendo que ha sido un problema en el cableado (en nuestro caso neuronal), reduciremos la ansiedad propia de: ¿y por qué me viene la ansiedad ahora? ¡pero si estaba bien! ¿significa eso que no estoy bien? ¿por qué no mejoro? ¡ya no puedo más! Pensamientos que, lejos de ayudarnos, aumentan nuestra ansiedad.

Y así, poco a poco, apagando la alarma cuando suena y entendiendo que es un fallo del sistema, la alarma irá sonando cada vez menos. Sin darnos cuenta, la estaremos reprogramando por ensayo y error.


Analogía de la botella de refresco agitada

Además, es importante tener en cuenta que la ansiedad puede ser consecuencia de una sensación de estrés mantenida en el tiempo. En este caso me gusta ver la ansiedad como una botella de refresco de dos litros que agitamos durante un rato.

Cuando acumulamos situaciones estresantes la botella se va llenado poco a poco. Al principio, no nos damos cuenta, pero cuando la botella está llena unos 2/3 y alcanza la parte de arriba que suele ser más estrecha, con tres o cuatro situaciones estresantes que se añadan a nuestro momento de vida, vamos a notar que llegamos a nuestro límite mucho más rápido.

Si no paramos en ese momento (lo suficiente para que no se llene más y para que se vacíe lo que había dentro), le ponemos el tapón, la agitamos un poco y la botella estalla. El tapón sale volando, la botella cae al suelo y el refresco empieza a salir con espuma y mojándolo todo. Nuestra ansiedad empieza a brotar.

Y ¿qué pasa con una botella de 2 litros? Que no se vacía en un momento, nuestra ansiedad por estrés acumulado no se va en un fin de semana libre. Necesita más tiempo para liberarse de todo lo que tiene dentro, pongamos la botella de pie de nuevo y volvamos a empezar con el proceso.

Es en ese proceso, en el que algunas personas comentan: Pero, ¿por qué sigo teniendo ansiedad si ya estoy bien? ¡Si he estado mucho peor hace unos meses! La botella se está vaciando y sigue ensuciando. Es la ansiedad remanente que permanece, aunque el contexto actual no explique por qué la sientes.

Así que ya seas alarma rota o botella agitada, escucha tu cuerpo, valora qué está pasando en tu vida e intenta aprender a sentirte mejor y cuidarte como te mereces. Aquí estaremos para ayudarte.


Mónica Blasco.