Cómo abordar el duelo en menores

01.11.2019

El pasado viernes fue el día de Todos los Santos. Aunque cada vez más en nuestra sociedad, le gana el terreno la noche anterior, el día de Halloween. Algunas familias dedican el 1 de noviembre para recordar a sus seres queridos (aún más), visitar el cementerio o el lugar en el que se enterraron o esparcieron las cenizas, ver fotos y contar historias. Pero, ¿cómo abordamos el duelo y la muerte en la infancia y la adolescencia cuando acaba de ocurrir?


En nuestra sociedad, hablar de la muerte y de emociones desagradables a nivel general, es un tema tabú. No se prohíbe hablar del tema de forma deliberada y directa, pero se mandan mensajes de prohibición de forma pasiva: cambiando de tema, no iniciándolo o infravalorando las preguntas de los menores. Esto puede hacer que, la curiosidad de los niños que muestran mediante preguntas sobre lo sucedido, deje de ser algo natural y consideren que es algo sobre lo que no deben preguntar. "Si cada vez que pregunto mi padre se pone triste, mejor no lo pregunto", "si cuando pregunto sobre la muerte de mi abuela, mi tía me dice que deje el tema, es que no debo preguntar", etc.

Esto conlleva que niños y adolescentes mantengan un nivel de ansiedad ellos solos que no pueden ver disminuido puesto que no tienen la posibilidad de que alguna figura de protección les calme o les haga sentir protección. Es una realidad totalmente contraria al pensamiento mágico de algunos adultos quienes creen que, si no abordan el tema, se les irá olvidando. Es posible que esta acción haga efecto con temas más triviales, pero no con un suceso importante y dramático que genera un alto impacto en la vida de las personas.


Si el duelo a trabajar no es por fallecimiento sino por el cambio de una situación: enfermedad degenerativa de algún familiar, hospitalización, accidente o divorcio de sus progenitores, los adultos pueden optar por no dar ninguna información haciendo de la evitación su mecanismo de defensa ante la situación. Ante esta postura, los menores ven incrementado su nivel de ansiedad porque sienten que su situación está cambiando, pero, en el caso de los más pequeños, no saben qué está ocurriendo. Sienten que su ambiente no está como siempre y no saben cuál es el cambio real.


Por tanto, ¿cómo se puede abordar el duelo con los menores?

  • Háblalo lo antes posible, siempre y cuando tus emociones, a pesar de ser desagradables, no estén descontroladas.
  • Aunque sea de forma relativamente controlada, no evites las emociones desagradables. Solo mostrando la tristeza les estarás dando permiso para mostrarla.
  • Busca un lugar silencioso, privado, tranquilo y seguro.
  • Si es una separación/divorcio, espera a estar las dos personas implicadas dando la noticia. Si es un fallecimiento, es aconsejable que la persona que le dé la noticia sea una figura que le genere protección y seguridad.
  • Evita las metáforas como: "se ha ido a un sitio mejor" (puede pensar: ¿sin mí?) o "se ha dormido para siempre" (¿por qué no está en la cama?).
  • Si en su ambiente cercano no se habla de Dios y el cielo, evita nombrarlo repentinamente en esta situación. Si lo haces repentinamente, no solo tendrá que aceptar una situación abstracta para ellos como la muerte, sino que tendrá que entender que está en el cielo, pero no es el cielo donde están la nubes ni los aviones.
  • Para ayudarles con la irreversibilidad de la muerte, puedes explicarle que una persona o animal fallecen cuando dejan de funcionar todo el interior de su cuerpo. No es necesario darles una clase de Ciencias Naturales, puede ser de forma sencilla y breve. Esto les ayudará a mitigar su posible miedo a la muerte, explicándoles que si algún día falla algo en su cuerpo le llevarán al médico para que se solucione.
  • Pregúntale qué dudas tiene. Posiblemente, en ese momento no tenga ninguna, pero las irán pensando con el paso de las horas, los días, las semanas y los meses. No pasa nada si no sabemos responder alguna. Es preferible decirles "no lo sé" a mentir.
  • Una vez pasa la tempestad, puedes recordar a la persona fallecida mediante fotos, vídeos o historias y leer cuentos sobre el duelo.
  • Ante enfermedad, divorcio o fallecimiento, evita que el menor tome más responsabilidades de las esperadas para su edad.


¿Le llevamos al tanatorio/entierro/esparcimiento de cenizas o no?

Esta decisión es algo personal de la familia, pero es cierto que desde el ámbito de la psicología se ha llegado a la conclusión de que asistir a los rituales ayuda a que los menores acepten lo que ha pasado y la irreversibilidad de la situación. No es necesario llevarles todo el día. Es preferible elegir un momento intermedio en el que el ambiente es desagradable pero no dramático.

De igual forma, esta pauta depende de la edad del menor (a partir de los 6 años), de su madurez y de su motivación por ir.



Ante las posibles consecuencias tras un duelo, los menores pueden experimentar ansiedad por separación o miedos intensos ante la posibilidad de enfermar y a la muerte. Pueden presentar insomnio, regresión en algunos hitos conseguidos como dejar el chupete o no hacerse pis en la cama, fantasías de reunirse con la persona fallecida, somatizaciones como dolor de cabeza, dolor de estómago, poco apetito..., que disminuya su rendimiento académico y su nivel de atención y ver mermadas sus habilidades sociales, ya sea por mostrar más agresividad o más aislamiento. Otro síntoma muy característico tanto en infancia y adolescencia como en la adultez, es el sentimiento de culpa. Pueden sentirte culpables y relacionar sucesos de forma irracional. "A mi abuelo le ha pasado esto porque yo le grité" o "lo que le ha ocurrido a papá y mamá es porque me he portado mal".


Estos síntomas, aunque son desagradables, son normales en un proceso de duelo. Por eso es tan importante la comunicación abierta y la libertad de expresión emocional, para que puedan desahogarse, sentir comprensión y protección. Si a pesar de hablar de ello, trabajarlo en conjunto y pasar el tiempo, los síntomas persisten, es aconsejable acudir a profesionales de la psicología para poder descartar un duelo patológico.



Mónica Blasco.