Cuando mi cabeza no para de pensar

21.07.2024

Pensar es algo que hacemos continuamente, es necesario, nos ayuda a funcionar y a comprender todo lo que ocurre a nuestro alrededor y, cuando se requiere, dar una respuesta adaptativa. Muchos de esos pensamientos nos hacen sufrir y aparecen, casi siempre, sin previo aviso y sin ser invitados. Y aunque desearíamos que se esfumaran de nuestra cabeza, que nos dejasen en paz y estar en calma mental, no siempre lo conseguimos. Además, no todos los pensamientos que tenemos son iguales, ni nos atormentan de igual modo. Por eso, para hacerlos desaparecer de forma sana no valen las mismas estrategias para todos.

Para ayudarnos a encontrar la estrategia más útil y podernos liberar de esos pensamientos, sirve de ayuda averiguar cuál es su función ¿para qué han venido? Esto los convierte en aliados que nos traen información sobre lo que nos sucede, en lugar de enemigos que me generan enfado o impotencia sumando tensión a mi vida.

Entre los habitantes más frecuentes de nuestra cabeza están los pensamientos de resolución. Estos son completamente racionales y han venido porque tenemos pendiente resolver o solucionar algún tema. A nuestro cerebro no le gusta dejarse cosas a medias y cuanto tiene algo pendiente trata de buscar soluciones: ¿Cómo voy a resolver esto? ¿qué opción es la que más me interesa? ¿qué sentido tiene esto que sucede? Cuando no tenemos las habilidades, los recursos o la valentía para afrontar un problema tratamos de postergarlo, procastinamos mentalmente. ¿Cómo? Me mantengo ocupado, hago planes infinitos, me entretengo en mil cosas pero… si es algo importante para tí (y tu cerebro entiende que para tu supervivencia también) ¡VUELVEN! Vuelven cuando quieres escuchar lo que te cuenta tu amigx, vuelven cuando quieres disfrutar de una película y ¡horror! vuelven por la noche cuando tratas de dormir. Y ¿qué hacemos con ellos? Pues ya hemos dicho que son racionales, útiles, funcionales, estos vienen a decirnos que hay algo importante a lo que tenemos que prestar atención y avanzar en encontrar una solución. Están necesitando atención, dedicarles un tiempo, atreverse a pensarlos y aclarar el camino por el que dirigirnos. Puedes hacerlo en soledad o con alguien que te aporte otro punto de vista: un amigo o un profesional especialista en ese tipo de problemas concretos. En definitiva, conseguir más información que te ayude a componer ese puzzle mental e invertir tiempo en encajarlo para ir aliviando tu carga mental.

Pero no son estos los únicos huéspedes mentales que encontramos. Hay dos tipos de pensamientos que viajan en el tiempo. Hacia el futuro, los pensamientos anticipatorios, y hacia el pasado, los pensamientos condenatorios.

Los pensamientos anticipatorios son muy frecuentes en la ansiedad y ¿para qué vienen? Para prevenirte de una posible amenaza futura: ¿Y si todo sale mal? ¿y si me equivoco en el peor momento? ¿y si llueve? ¿y si….? Hasta el infinito… ¿Interesa mantenerlos? Pues si la amenaza es irracional (y así es la mayoría de las veces) rotundamente ¡NO!. ¡Estos no los queremos! No resuelven nada. Sería de ayuda trabajar en aceptar que en el mundo hay amenazas, que no podemos controlarlo todo y a aprender a convivir con la incertidumbre. Lo que sería una apuesta segura con estos pensamientos es, sin duda, aprender a confiar en ti mismx. Confiar en que si eso que anticipas finalmente sucediera lo harás lo mejor que puedas con los recursos de que dispongas en ese momento y, sobre todo, liberarte de la exigencia.

La exigencia, otra gran invitada a la fiesta de los pensamientos condenatorios, sí, esos, los que viajaban al pasado. ¿Para qué vienen estos? Estos te castigan por un supuesto error que no te perdonas o que no perdonas a otros, quizá por cómo has aprendido desde niñx a convivir con los errores. Atención ¡Noticia! No eres una IA, eres un ser humano, que se equivoca y que aprende y madura gracias a esas equivocaciones. Igual que no le gritarías a un niño pequeño que se cae cuando está aprendiendo a caminar, esa misma comprensión que utilizarías diciéndole "¡Venga! ¡Arriba!l la próxima vez lo harás mejor", de esa misma forma trátate a ti mismx (o a los demás) con amabilidad, sé comprensivx y permítete aceptar tus limitaciones, aprender de ellas y madurar con ellas de una forma más compasiva y más sana.

Y en ambos casos y mientras aprendemos a confiar en nuestro yo del futuro y/o a aliviar la exigencia con que nos tratamos, seguro que sería genial tomar el control de nuestros pensamientos y decirles "Ya entiendo para qué vienes, pero ahora no es el momento adecuado, me ocuparé de ti mañana por la mañana cuando haya podido dormir o cuando haya terminado este examen o este trabajo".

Sería fantástico poder apagar el interruptor de este ruido mental que parece que no va a ninguna parte. ¡Buenas noticias! Esto se entrena practicando meditación, técnicas de respiración y relajación e incluso haciendo deporte de manera consciente. Con estas prácticas nos hacemos más hábiles en manejar nuestro cerebro e invitarle a que se dirija hacían donde nosotrxs queremos y no hacia donde él va por costumbre, por hábito o porque hasta le ha encontrado el gustillo a esto de autocastigarse mentalmente. Estas actividades entrenan la capacidad de dirigir la atención desde mi cerebro a mis sensaciones físicas abriendo el camino para conectar con mi cuerpo: cuál es el ritmo de mi respiración, cómo siento los músculos de mis hombros y de mi espalda, si aprieto la mandíbula o arrugo mi entrecejo, si mi estómago está encogido…. y lo más difícil de afrontar y a la vez tan necesario ¿cómo me siento?

Y aquí en donde nos damos cuenta de que mis pensamientos en realidad podrían ser pensamientos refugio. Y entonces ¿Para qué vienen? A veces simplemente pienso sin parar en el pasado, en el futuro, en el presente, en realidades alternativas hipotéticas que no han sucedido y que, probablemente, nunca sucederán, para no detenerme a sentir. Mientras estoy pensando me escapo de sentir el fracaso de haberme equivocado, el miedo de enfrentarme a algo tan difícil, la desilusión de un amigo que no ha estado cuando lo he necesitado, el desánimo después de tango esfuerzo y tan poco avance, la tristeza de haber perdido lo que tanto anhelaba o a quien tanto amaba, la soledad de sentirme incomprendidx, la culpa y la vergüenza por no haber sabido hacerlo de otra forma…Cuando no sabemos cómo afrontar estos sentimientos y/o son demasiado dolorosos corremos al amparo de esos bucles de pensamiento donde tampoco es que se esté muy bien, pero son un terreno conocido. Un refugio que me acoge.

Te propongo ser consciente de cuándo tus pensamientos son una huida hacia ese refugio y, sin darles coba con el cuento que te cuentan, úsalo para concederte un respiro, lamerte las heridas, aliviarte temporalmente y encontrar la valentía para conectar con lo que estás sintiendo, concediéndole espacio a esa emoción que late de fondo y que también cumple una función. Puede que descubras que solo con atreverte a sentir la emoción del presente ya se alivia la olla exprés en la que se convierte tu cabeza.


Elísabet Amorós