La Indefensión Aprendida

20.11.2024

La indefensión aprendida describe un estado emocional y cognitivo en el que una persona, después de haber llevado a cabo acciones para evitar situaciones aversivas o dolorosas que no han sido fructíferas, llega a la conclusión de que no tiene poder sobre su entorno o sus circunstancias. Derivado de esto, deja de intentar cambiar o huir de la situación, incluso en el caso de que tuviera una oportunidad para ello.

Este fenómeno fue introducido por los psicólogos Martin Seligman y Steven Maier en la década de 1960, a partir de estudios realizados con animales, y posteriormente se ha extendido al entendimiento del comportamiento humano, especialmente en contextos de abuso, trauma o situaciones de estrés crónico.

¿Cómo se origina la indefensión aprendida?

En su investigación original, Seligman y Maier sometieron a perros a un experimento en el que se les administraba una descarga eléctrica de forma incontrolable. Al principio, los perros intentaron escapar de la situación, pero, al ver que sus esfuerzos eran inútiles, comenzaron a mostrar una respuesta de "desesperanza" y dejaron de intentar escapar, incluso cuando posteriormente se les ofreció una forma de evitar la descarga. Este comportamiento fue interpretado como una forma de "indefensión aprendida"

La idea fundamental es que, cuando un individuo se enfrenta a una serie de eventos o situaciones que escapan a su control, y esos eventos son percibidos como inevitables, llega un momento en que la persona deja de intentar cambiar o mejorar la situación. En otras palabras, la repetida exposición a la incapacidad para influir en el entorno lleva a la persona a aprender que sus esfuerzos son inútiles.

La indefensión aprendida no se limita solo a los experimentos con animales. En los seres humanos, este fenómeno puede manifestarse de diversas maneras:

Ansiedad y depresión: Las personas que experimentan indefensión aprendida a menudo desarrollan trastornos emocionales, como la ansiedad o la depresión. La sensación de no tener control sobre sus vidas puede generar sentimientos de desesperanza, que a su vez fomentan la pasividad y el desinterés.

Baja autoestima y autopercepción negativa: La persona que siente que no tiene poder para cambiar su realidad puede internalizar la creencia de que no es capaz o valiosa. Esto refuerza la baja autoestima y la autopercepción negativa, pues la persona comienza a sentirse incompetente.

Pasividad y falta de iniciativa: En muchos casos, la indefensión aprendida se traduce en una falta de motivación para intentar mejorar. Las personas afectadas pueden mostrarse apáticas ante nuevas oportunidades, convencidas de que sus esfuerzos no tendrán impacto.

Trastornos de conducta y abuso de sustancias: En situaciones extremas, la indefensión aprendida puede llevar a las personas a buscar maneras de "evadir" la realidad, como el abuso de sustancias. El consumo de drogas o alcohol puede convertirse en un mecanismo para enfrentar el sufrimiento emocional derivado de la sensación de impotencia.

Contextos en los que se desarrolla la indefensión aprendida

La indefensión aprendida puede surgir en diferentes contextos, especialmente en situaciones de abuso, negligencia o estrés crónico:

- Abuso infantil: Los niños que crecen en un entorno abusivo pueden desarrollar la sensación de que no pueden escapar o cambiar su situación, lo que contribuye a una mayor vulnerabilidad emocional y psicológica a lo largo de la vida.

- Relaciones tóxicas o abusivas: En relaciones de pareja, familiares o laborales donde una persona se siente controlada, menospreciada o manipulada, es común que surja la indefensión aprendida. La sensación de no poder cambiar las dinámicas de la relación puede llevar a la persona a perder la motivación para intentar mejorar su bienestar.

- Condiciones sociales y económicas desfavorables: Las personas que viven en situaciones de pobreza extrema o en contextos de desigualdad estructural pueden desarrollar sentimientos de impotencia frente a un sistema que parece no ofrecerles oportunidades de mejora. La percepción de que no se puede hacer nada para cambiar su situación puede contribuir a que se desarrolle la indefensión aprendida.

- Trastornos de salud crónicos: Las personas que enfrentan enfermedades graves o crónicas, especialmente cuando se sienten incapaces de mejorar o manejar la condición, pueden experimentar sentimientos de desesperanza e impotencia.

Consecuencias de la indefensión aprendida

El impacto de la indefensión aprendida no solo se refleja en la psicología individual, sino también en el comportamiento social. Las personas que han desarrollado este fenómeno pueden convertirse en individuos más vulnerables a los efectos del estrés, la ansiedad y la depresión. A largo plazo, esta sensación de impotencia puede llevar a una vida marcada por la resignación y la falta de propósito.

Además, en el ámbito laboral y educativo, la indefensión aprendida puede resultar en una baja productividad, falta de creatividad e incluso en la incapacidad de tomar decisiones efectivas. Esto se debe a que, al no creer que sus esfuerzos tengan un impacto positivo, las personas pueden renunciar a intentar cambiar o mejorar su situación.

¿Se puede tratar la indefensión aprendida?

La terapia psicológica ha demostrado ser eficaz para ayudar a las personas a identificar y cambiar las creencias y pensamientos disfuncionales asociados con este fenómeno. Algunas de las estrategias que se utilizan en el tratamiento son:

- Reestructuración cognitiva: Ayudar al paciente a identificar pensamientos de impotencia y reemplazarlos por creencias más realistas y empoderadoras.

- Técnicas de resolución de problemas: Fomentar habilidades para enfrentar y resolver situaciones difíciles, lo que refuerza la sensación de control.

- Exposición gradual a situaciones desafiantes: Ayudar a las personas a enfrentarse a situaciones que les generan miedo o ansiedad, permitiéndoles experimentar que tienen el poder de cambiar o manejar esas circunstancias.

- Fomentar autoestima y el sentido de autoeficacia: A través de pequeñas victorias, se puede reforzar la creencia de que los esfuerzos de una persona pueden hacer una diferencia significativa.

Otra opción de tratamiento puede ser mediante EMDR, reparando e integrando aquellas vivencias traumáticas, así como esas creencias negativas que se han desarrollado en base a estas.

En definitiva, la indefensión aprendida es un fenómeno psicológico complejo que puede afectar profundamente la vida de una persona. Pero como todo comportamiento adquirido, puede modificarse y corregirse. Además, al comprender sus orígenes y manifestaciones, se abre la puerta a estrategias de intervención y apoyo que permiten a los individuos recuperar el control sobre sus vidas y superar la desesperanza.

Davinia Ribes